Por Tomas Emanuel Brunella.
@josehumano8
De Border una historia de trolls que se enamoran en un cruce ambiguo, donde había una escena de sexo tan brutal como un trasfondo nihilista; su arriesgado cineasta, Ali Abbasi, apuesta por una historia de las calles secas de Irán, una historia real y escalofriante, Holy Spider se envuelve en una telaraña más amplia que amenaza en su comienzo, un suspenso cruel y una historia que sirve para hablar de los miedos de las mujeres.
La última cinta de este director que dividió a la crítica, y a mi me tiene de su lado, apoyándola, ya que es un espectro peculiar, tan crudo como frío, que funciona como retrato de otro mundo, de una sociedad y una apabullante crítica a las creencias. Estas mismas creencias fanatizadas que dominan a los seres, y los hace llevarse a límites terribles, y justificar sus actos bajo esas máximas morales.
En Holy Spider se sigue a un asesino de prostitutas, que actúa según la bajada de linea de Alá, creyendo ser un purificador de las calles, el estado como las mismas autoridades adoctrinadas bajo esas moralinas religiosas como tanto misóginas y no intervienen del todo, para redondear el caso, salvo una periodista de afuera; una joven periodista de Teherán que se sumerge en los barrios con peor reputación de la ciudad santa de Mashhad para investigar esta serie de feminicidios e ir hacia el. Mezclada en un montaje sigiloso, entre los actos de su femicida, como la peripecia angustiante de su periodista, interpretada impresionantemente por Zar Amir-Ebrahimi, que ella misma da un carácter riguroso, de presencia que se planta fuerte, y que la lleva a tener una rabia constante mezclada como con angustia, por el asesino, como también por estas calles opresivas hacia las mujeres.
No es solo el asesino, es una sociedad. Lo que Abbasi trata de gatillar en este viejo caso, es un enfoque más grande, su monstruo no camina solo o piensa desolado, una sociedad naturaliza un sigilo monstruoso de fanatismo religioso; acá todos son partes, porque creen en su doble moral, hombres que creen llevar sus manos limpias y que maltratan a sus mujeres y que tienen acciones impuras, pero que respetan tanto a su Dios, como obrar por él, y suponer ser ciervos, o mejor dicho, soldados de todo lo que dicen que es «impuro.»
La cinta camina esas calles, las curte, con coches o motos, y muestra estos seres tan toscos y frios, olvidándose de la humanidad, y sintiendo mas una demanda a sus santos. El retrato es escalofriante, desde una mirada lejana, que me toca a mi, ver que hay similitudes pequeñas a nuestras sociedades, pero también una distancia impresionante; todo el film tambalea en eso, el guión escrito bajo el mismo cineasta y su compañero Afshin Kamran Bahrami, no duda de ser un suspenso desafiante, que hace que la película lleve un nervio que despedaza el aire y también una bronca por las impunidades, y la demencia de estas culturas que creen obrar por encima de los derechos humanos, decidir quién debe vivir y quién no. Olvidarse de lo que es un asesino, y fijarse en el acto, en quien fue asesino y si eso da mejor resolución a su Dios, un universo tan hostil como magnético en una noche interminable.
Traída a nuestro país gracias a los tremendos de Mubi, esto es una película potente tanto como por su dirección como la actuación de su protagonista, como su último y cruel plano, que dice todo lo que tiene que decir en una imagen.