Por Juani Villano
Título original: The Cellar
Año: 2022
Duración: 94 min.
País: Irlanda
Ficha técnica:
Dirección: Brendan Muldowney/ Guion: Brendan Muldowney/ Música: Stephen McKeon/ Fotografía: Tom Comerford
Reparto: Elisha Cuthbert, Eoin Macken, Dylan Fitzmaurice Brady, Abby Fitz, Aaron Monaghan, Andrew Bennett, Tara Lee, Michael-David McKernan, Marie Mullen, Amy Conroy.
Hay puertas que no deben abrirse. Mundos que no se tienen que explorar. Pero, como siempre, el humano es curioso; y ante eso se ve condenado para toda la eternidad.
“Escalera al infierno” (2022) es una película escrita y dirigida por el realizador irlandés, Brendan Muldowney. El relato abarca la llegada de una familia a su nuevo hogar. Keira (Elisha Cuthbert) y su esposo, Brian (Eoin Macken), intentan asentar y acostumbrar a sus dos hijos, Erica (Tara Lee) y Steven (Dylan Fitzmaurice Brady), en la casa. Una noche, mientras los dos se encuentran en una reunión laboral, el niño queda a cuidado de su hermana mayor. Las cosas empiezan a torcerse, luego de que ella baja al sótano y desaparece sin dejar rastro. Esto no hará más que empezar un recorrido terrorífico y extraño, encapsulando a la familia en una espiral sin fin.
El director partió de una idea propia, ya antes llevada a cabo por un medio audiovisual, específicamente de cortometraje. Este se tituló “The Ten Steps” (2004). Los personajes y sus vínculos fueron modificados, pero la esencia es la misma. Para ser más claros, en ambos relatos se da el encuentro de una chica, encargada de cuidar a un niño pequeño, con algo sobrenatural. Además de estas similitudes a nivel guion, también nos encontramos con la misma puesta de cámara. No es algo a criticar negativamente, para nada. Con ello, se puede destacar la labor realizativa de Muldowney, a la hora de acoplar una breve historia, en el marco y estructura de un largometraje, sin perder la base del original.
Si bien hay retazos de otras historias de terror contemporáneas, se aplica un leitmotiv muy interesante y rico: el conteo de escalones. Cada vez que suena, recordamos que hay algo siniestro acechando en la oscuridad, preparado para llevarnos a un lugar fuera de nuestro entendimiento.
La idea de la ciencia como motor, y elemento principal, en la apertura a una dimensión infernal, es digno de admirar. Si bien no es la primera vez que se hace esta aproximación, el desarrollo de dicha premisa se sostiene y hace efectivo. Una invocación, a través de un cálculo matemático, no se ve todos los días. Nuevamente, una analogía sobre como algo tan brillante e importante puede ser usado en contra de la misma naturaleza y orden de las cosas.
Esconder al monstruo siempre va a impactar más que mostrarlo. Los sonidos, la subjetiva de la criatura y la música, ayudan a realzar el ambiente de cada escena. Crear expectativa es el factor clave. Aunque, el no haberlo mostrado nunca, podría haber direccionado al visionado hacia algo negativo, la resolución del antagonista fue un tanto simple. Quizás, la decisión de innovar o probar cosas nuevas, en materia de diseño, habría jugado a favor de la obra.
Nada nuevo en el horizonte, pero se disfruta al fin. El terror permanece con premisas interesante; esta vez traídas de Europa. Miedo, lo sentimos y lo vivimos; pero nunca hay que traerlo hacia el no intentar y su consecuente pánico a fallar. Eso es humano. El cine de género debe permanecer vivo, por el bien de todos los cinéfilos/as.