Por Juani Villano
Título original: Sadako DX
Año: 2022
Duración: 100 min.
País: Japón
Dirección: Hisashi Kimura/ Guion: Yuya Takahashi. Novela: Kôji Suzuki/ Música: Kôji Endô /Fotografía: Kasai Takahito
Reparto: Hiroyuki Watanabe, Hiroyuki Ikeuchi, Koshiba Fuka, Kazuma Kawamura, Naomi Nishida, Mario Kuroba, Yuki Yagi.
Una maldición que se propaga a través del tiempo. Promesas de muerte y olvido. La saga continúa, aun cuando pide descansar por siempre. A veces es mejor soltar y avanzar, inclusive cuando el bolsillo se ensancha.
El aro 4: el despertar (2022) es la nueva película del director japonés Hisashi Kimura. Después de una larga travesía a través del mundo del espíritu maligno Sadako, la historia se centra en los tiempos actuales. Se establece que el video maldito se propaga por las redes sociales, poniendo en riesgo el futuro de la humanidad. Los protagonistas Ayaka (Fuka Koshiba) y Oji (Kazuma Kawamura) deberán develar el misterio y acabar por siempre con el reinado de terror de Sadako.
Nuevas propuestas, ese puede ser el (y único) factor clave de esta obra. Mezclado con la comedia y crítica social de la actualidad, la idea central es sólida e interesante, pero se queda corta. ¿Hasta cuándo va a continuar la explotación de las sagas y repetición de narrativas ya vistas? Y esto no ocurre solamente con el cine oriental (y sus fantasmas de piel blanca y cabellos largos); lo vemos inclusive en Hollywood, en el caso de Scream y Halloween. Debemos dejar descansar de una vez por todas a aquellos relatos que nos maravillaron tiempo atrás, y tener nuevas perspectivas e ideas.
Ahora, ¿cómo continuamos ante tal muestra de crítica directa? Bueno, debemos ir a los aspectos positivos. Es usual que cuando se quiere mostrar una crítica social y política en el terror se recurre a la comedia; y es que por momentos estamos ante una sátira, no al estilo de Scary Movie, pero cerca. Se plantea de qué forma las pantallas y videos de la red nos consumen, de qué manera nos volvemos víctimas del siglo XXI. El supuesto virus de Sadako no es más ni menos que el consumo de estupideces al que nos vemos expuestos. Tiene que suceder lo impensable para que nos replanteemos qué hacer con nuestra vida.
Ya en lo técnico y puesta en forma tenemos un popurrí de exageraciones y mezclas ordinarias de estilo. Un montaje rápido en situaciones un tanto extrañas, que saltan ante el ojo de espectador. Puestas de cámara aceptables, pero que alienan a quien lo vea, haciéndolo sentir como un producto más de la cadena audiovisual. Y es que ahí se encuentra el fallo de la película. El relato lleva a comportarnos al igual que los personajes que estamos viendo, la reflexión no tiene lugar y el placebo de la trama nos consume y amolda al sistema industrial y poco interesante de la explotación del espectador.
Se está ante una obra simple y un poco dañina (por no decir muy). Es necesario que volvamos a pensar y decidir como público activo que somos. Ver y ser críticos con lo que se nos muestra. Si uno quiere divertirse no hay problema alguno, pero siempre hay que mantener la cabeza en alto y decidir cuál estandarte tomar. Ojalá que no se elija el equivocado.