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El desarmadero, un infierno interno y un intenso Luciano Cáceres

Por Tomas Emanuel Brunella.

@josehumano8

Minutos luego de su escena inicial, la cinta El Desarmadero se traslada a un hospital, mejor dicho, a una clínica psiquiátrica; donde su cineasta juega con unos grandes angulares para estos encuadres, una atmósfera de un brillo escondido y una oscuridad con sus sombras medias verdosas que pasan por el alrededor de su protagonista. Esto me hizo acordar (solo un poco) a Doce Monos de Terry Gilliam. Más allá de todo, esos lentes y esas habitaciones abandonadas en olor; esto mismo luego de la conferencia de prensa (ya que fui a la función de preestreno del film) se lo consulté en un momento de tranquilidad a Eduardo Pinto, su propio director, a quién le gustó esa referencia que yo sentí y me comentó algo  que sucede en los créditos en unos alargados y pesados pasillos, en dónde buscó inspirar para su propio horror la mítica escena de los pasillos de los subtes de «Possession» del maestro Andrzej Zulawski, aquella donde Isabelle Adjani explota, se retuerce y entra en una locura avasallante.

Esto no fue lo único, ya que durante la conferencia de prensa, mencionó varios nombres, desde Carpenter hasta Cronenberg, todos tremendos cineastas clásicos, en su presencia como en el horror que crearon; sin lugar a dudas lleva a El Desarmadero a ser un film afilado para su autor, tanto por su propia personalidad creativa, como la búsqueda que elige  su película, un descenso mental como terrenal de su protagonista, que toma sus propias decisiones en torno al amor o la libertad, encaminada a una forma que puede ser absurda pero que corre la valentía de ser justa para su sentir.

Esta cinta de género, cuenta la historia de Bruno, un hombre muy emocional que es artista plástico, y que luego de sufrir una experiencia traumática, su psiquis se ve corrompida. Deja todo lo que fue, tanto en el arte como en lo social y, luego de una temporada encerrado, busca a su único amigo Roberto, que le ofrece un trabajo y un lugar para hospedarse en un desarmadero de autos, donde debe cuidar su propiedad asistido por una pistola y una linterna.

El film acompaña a su protagonista, que se la carga al hombro totalmente, un desencajado (en el mejor de los sentidos) Luciano Cáceres, en un papel difícil, que camina en la cuerda floja y que puede ser tomado como una ridiculez o un arrebato de intensidad, pero Luciano cubre de este ser tan vulnerable e inesperado una sinceridad muy fuerte. Su Bruno es un ser que lo ha perdido todo, pero que no logra remontar por sí solo, lleva en sus ojos un cansancio de los remordimientos, de la angustia; cosas que Luciano esculpe muy bien. A la ausencia de estabilidad de su personaje el actor la mantiene en rigor en su hablar y en su corporalidad; sus pasos  y su rostro están destilando una descomposición y dolor.Bruno es un ser corrompido y en una soledad infernal, que necesita un consuelo real, mas que unos billetes por semana que apenas alcancen para unas cervezas.

Eduardo Pinto junto a su actor deambulan, construyendo este personaje en distintos géneros, ya que hay momentos de distensión, como de agonia; hasta tocar ese horror, que es tan ochentoso como su cineasta hablaba en la rueda de prensa. Porque Bruno, en sus caminatas diarias o una noche deambulando por los coches dañados tiene una aparición, una que toca con lo que él fue, con su pasado, y que hace un juego: su propia película entre el suspenso fuerte de estar dudando constantemente si es su locura o estamos ante seres atrapados por esas desgracias que les arrebata la vida.

Este desarmadero más que ser un montículo de guita, es un cementerio de vidas acabadas injustamente, y eso busca su cineasta en su subtexto, en su trabajo suave, que a pesar de que se dispersa de a ratos, mantiene lo que quiso ser: ese horror psicológico, que golpea constantemente a su personaje, y que nosotros vivenciamos junto a él.

El logro de El Desarmadero de querer ser una cinta de horror clásica, y a la vez distinta, viene de la confianza y unión de sus partes. Tanto director como actor llevan los momentos, sean más flojos o mejor logrados de la cinta; Eduardo Pinto fue director de fotografia muchos años, y la película está llena de pasajes cuidadosamente logrados, generando postales impresionantes de ese universo; pasajes casi líricos de un ser derrumbado, derrumbándose cada dia más… y con fantasmas que ya no serán demonios, si no ángeles, esto se puede llevar adelante  con un Luciano Cáceres que late a su personaje, le da esa expresividad necesaria, sin pasarse, para llevarnos a esta huida al inframundo.

Una cinta interesante, y que habla, además, de una fuerza de sus creadores, para llegar a un proceso tanto en familia creativa como de realmente sentir lo que construían.

Publicado en Críticas

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