Por Juani Villano
Año: 2022
Duración: 110 min.
País: Argentina
Dirección: Diego Lerman/Guion: Luciana De Mello, Diego Lerman, María Meira – Historia: Diego Lerman, Juan Vera/ Música: José Villalobos/ Fotografía: Wojciech Staron
Reparto: Juan Minujín, Alfredo Castro, Bárbara Lennie, Rita Cortese, María Merlino, Lucas Arrua, Renata Lerman, Brian Montiel.
La enseñanza nos nutre, alimenta el pensamiento. Los educadores llevan consigo una responsabilidad enorme: formar y preparar a los jóvenes. Ya sea en lo laboral, social, o simplemente el alma de una persona.
El suplente (2022) es la séptima película dirigida por el realizador argentino, Diego Lerman. La trama nos ubica en la vida de Lucio (Juan Minujín), un profesor de Letras, que comienza a trabajar como suplente de Literatura en una escuela pública. Dylan (Lucas Arrúa), uno de sus alumnos, forja un vínculo cercano con él. Lo que lleva a la ayuda del profesor con el chico, luego de que este último se vea envuelto y puesto en peligro en un conflicto con el cartel de narcotraficantes del barrio en el que vive.
Los reflejos pueblan la narrativa. Los personajes aparecen en la gran mayoría de las escenas sumergidos en ellos. Quizás mostrando dualidad, o la verdadera cara de cada uno/a. Por supuesto, el personaje de Lucio es quien más tiene preponderancia en los vidrios y espejos. La disyuntiva sobre su trabajo y vida personal hace mella en el transcurso del relato. Un hombre que busca generar y estimular la creatividad en sus alumnos, pero a la vez se ve impedido de hacerlo con su propia hija. El encuentro con Dylan funciona como motor en el accionar dramático, ya sea para salvarlo, como para encaminarlo. A veces, mirar a nuestro otro yo, nos puede vislumbrar lo que realmente somos.
Minujín lleva adelante un papel preciso y excelente. Nos hace recordar a aquel profesor/ra que alguna vez tuvimos. Aquellos que nos alumbraban el camino, los que querían vernos crecer; aportando su granito de arena en nuestra vida. Y, como se afirmó más arriba, la empatía se siente con sus conflictos internos. Familia, muerte y tristeza. Es real, lo que la película busca es una veracidad cruda, pero no por ello menos sincera. Las luces suaves, con sombras menos marcadas, ayudan a sentir una especie de calma y cotidianidad. Como si volviéramos otra vez a sentarnos en un aula. La dinámica de los alumnos también acompaña a dicha idea. La naturalidad que tienen los chicos y chicas agrandan y fortalecen a la relación entre todos. Llegamos a conocer a cada uno, aunque sea por un corto período de tiempo; pero suficiente para marcarnos por dentro.
El mensaje general de esta obra se centraliza en la educación. Las diferencias entre maestros, la incógnita sobre qué es lo que necesitan los adolescentes, y cómo acompañarlos. Las escenas que se sitúan en los debates entre profesores, marcan un pensamiento en conflicto muy grande. ¿Cómo alejar a las drogas y el crimen? ¿Hasta que punto ellos pueden intervenir en ese camino oscuro, pero latente?. Porque no solo pasa con Lucio y Dylan; a lo largo del país ocurrir miles de sucesos de esta magnitud. La valentía y cariño ayudan a solucionarlo. No es solo enseñar, sino entender al más joven. Encaminarlo hacia una buena vida, y por lo tanto, ser una mejor persona.
Muy necesaria, esa es la frase. Cada docente debería ver esta película; teniendo el compromiso de hacerse preguntas e implementar nuevos aspectos en sus métodos didácticos, Porque no solo en el arte literario se da esto, lo encontramos también en las ciencias y políticas; las cuales poseen su propio lado creativo. Para ser más precisos, en el arte de vivir es donde está la cuestión.