A veces es necesario incendiarse; arder para superar, para soltar relaciones, situaciones o personas. Quizá la respuesta no lo tenga solo el filo del “cortar”, sino que la misma descanse en algún otro elemento.
Pedro Almodóvar es aquel artista que lleva consigo y nos comparte toda una estética personalísima, su mundo. Qué digo… sus mundos de experiencia. Y este corto, dirigido por él, no ha de ser la excepción pues, lo dicho anteriormente se encuentra reflejado a todo color: verde, rojo, amarillo, azul, negro. Exprime sus potencias y decodifica el mensaje que ellos, en su potencia traen; repartiéndola a la misma entre las paredes, los cuadros, las flores, el mobiliario: la ambientación toda.
Incluso hasta en lo más nimio: un café, pastillas, tacones o utensilios varios; en lo matizado de las tomas y el montaje, obteniendo imágenes cálidas y con resolución altísima.Y en lo sublime del entorno, las pinturas, las colchas.
Podría decirse que aquí juegan rol clave las siguientes cuestiones:
En primer lugar el vestuario de Tilda Swinton (de la mano de Sonia Grande), marca sin dudas las partes que hacen al todo del filme; a saber, atraviesa todos los estadios de ánimo posibles: ondula desde lo equilibrado al desequilibrio para volver de nuevo al punto de partida y de allí otra vez emprender nuevo recorrido. El rojo matiza al negro. La bata de tul con tacones matiza a la chaqueta de cuero con plataformas, luego.
Como segunda cuestión y en compañía de lo anterior, se encuentra el sonido (obra de Alberto Iglesias): acompasa los estados vividos sonando tanto Big Band o un simple piano.
Lo sensorial en el mundo Almodóvar siempre fue lo primero.
Como tercera cuestión (no por ello menos importante), está la actuación de la protagonista. Inmaculada, puede decirse que no existen diálogos, que siempre la cámara está siguiendo a los movimientos, a los gestos de Tilda, desde el inicio hasta el final del corto. La actuación es digna de ser admirada. Con un monólogo sentido e interpretado al pie de la emoción, la artista se destaca.
Como cuarta cuestión, existe un (quizá) meta-mensaje: La obra está dividida en dos polos que bien podrían ser tres, pero este tercero aparecerá solo dos veces en la locación del entorno.Uno es gris, frío y a base de cemento. El otro es cálido, acogedor, aunque montado.
Allí también se juega la historia que primero Jean Cocteau nos contó y luego Pedro Almodóvar, junto a Tilda Swinton, interpretaron y adecuaron a los tiempos modernos.
Siendo este el debut en inglés del autor español mundialmente conocido, en el mismo, ocupa un rol claro la voz humana de un tercero, que aunque no sepamos quien, ni cómo es, somos capaces de imaginarle. Pues puede (Si no todos los días) tratarse del color de tono de cualquiera de nosotros o de cualquiera de nuestros conocidos.
El mensaje de toda voz, hoy, la mayoría de las veces, viene por medio de un transmisor; ni el mensaje, ni la voz misma son directas. Por el contrario, vienen “a través de” objetos de todo tipo o marca. Y eso en el filme queda representado a la perfección.
“La voz Humana” es obra del escritor y dramaturgo Francés, Jean Cocteau; esta adaptación de aquella fue ofrecida al público en el año 2020, dirigida por Pedro Almodóvar, producida por Agustín Almodovar y Esther García, e interpretada (unipersonalmente) por la actriz Tilda Swinton; podes disfrutar de su visualización en la plataforma virtual Mubi.
