Por Gerónimo Rivera Cano
Ficha técnica:
Dirección, guion, narración y montaje: Patricio Guzmán/ Ayudante de dirección: Cristobal Vicente y Nicolás Lasnibat/ Producción: Renata Sachse/ Música: Miranda y Tobar/ Fotografía: Katell Dijan
Una voz en off: ¿el mensaje es la potencia? ¿El sonido es el canal? ¿Qué plástico envuelve las ondas que llegan a nuestra percepción? ¿Lo grave como tonalidad es el estímulo? ¿O quizá será la paleta de colores en la imagen lo que produce el chispazo de la expectación?
Este documental va y viene entre dichas preguntas y más. Como todo documental es un ejercicio de poder, sus límites son los interrogantes planteados.
Quizá la voz sea el sendero, el trayecto de ese “nóstos” “álgos”, el sendero, la vía, la jornada por donde se da el regreso doloroso.
Quizá la casa de la voz no sea quien la emite. Sino quien la recepta.
Hogar puede ser cualquiera. Existe el colonialismo celestial. No es cielo ni es azul; pero en Chile, Europa desembarcó mirando las nubes. Seamos ingenuos y digamos que por ello arrasaron todo lo que se les puso enfrente.
Resistir a este colonialismo hoy día es ejercitar y abogar por nuestro derecho de un cielo limpio. De mirar al cielo. Sabe que un pedacito de este nos pertenece. Quitémoselo a la poesía y hagamos nuestro ese cacho de firmamento. Así podamos quizá en el permanecer. Una y mil noches. En él que no es público, es comunitario.
De seguro, los milicos, los pacos, si pudieran, regarían con alambres de púa, cercenarían ese espacio sin limitar. Crearían límites.
Harían de él un campo de concentración. Hay una convergencia de búsqueda que no es comparable. Las mujeres se le nombran como “de…” Calama buscan en el suelo los cuerpos de sus queridos, de sus queridas; forzadas a su desaparición.
Es una agónica búsqueda.
La astrología busca en los cielos una respuesta que será el magma de un nuevo interrogante.
La punta del iceberg de la convergencia es: cuerpos y solo cuerpos. Celestes y animales humanos. Seres. Partes, miembros de todo. Contingencias rodeadas de otros seres maquínicos.
Viven, habitan, de una manera u otra el estado de búsqueda.
La grandilocuencia de encontrar en los cielos aquello que anda perdido por la tierra, enterrado y encielado. Los secretos caen sobre nosotros. Los huesos nos son el sostén, nuestro piso. Caminamos sobre ellos. Nos asentamos en su polvo. Hacemos equilibrio en su calcio.
La piel de la luna. El lado que conocen algunos ojos se muestra con sus heridas.
La piel de la luna contiene su identidad.
No la hace, la envuelve; la significa.
Castigada -o no- constituye los detalles que algunos / que algunas buscan palpar con el tacto de su vista.
Las preguntas fundantes son religiosas; ayer teológicas hoy científicas. La tercera posición es: buscar la respuesta al origen puede hacernos pasar por alto el presente; vivir el presente buscando en el pasado la respuesta.
¿El origen del origen puede ser hoy?
La vista común aumentada infinitamente.
La puerta del cosmos se abre en la noche que transita la horizontalidad del desierto.
Las cúpulas miran al firfirmamento; dispuestas en un suelo arenoso que replica al cielo se encuentran como gigantes en medio de un juego de espejos.
Incrustaciones en un techo que no tiene materialidad. Sí cuerpo, sí carne. Pues nos abraza y contiene a la insignificancia que deberíamos honrar. Ser estado de cruce (un devenir incierto) quizá tendría que constituir a nuestro orgullo.
“Nada se ve forzosamente en el instante que se ve”: El presente no es ahora. El presente se demora. Nos demoramos en saber al presente. “Ahora” es un margen horario. “Ahora” es la pausa en el mientras tanto que arrasa con la tranquilidad sinequanon.
El caos -según creencias grecas- es preexistente al entendimiento. El antropocentrismo se salió con la suya: Tomó al caos y le dió un “sentido”. Tradujo el caos a su antojo.
Pensar que descansamos sobre sus huellas. Caótico.
Caminos. Pasajes. Signos. La pre-historia es también nuestra. La modernidad es el artificio de ella. Nuestra es una forma de decir. Sería en verdad nuestra si de ella nos des identificaríamos. Señales del cielo; señales del suelo. Las rocas giran arriba, abajo y en todo lugar. Nuestra errancia también gira.
Ojalá los telescopios no miraran solo al cielo, sino que barrieran con la pampa chilena para poder localizar a cuerpo desaparecido. A esa identidad robada. Y una vez hecho el encuentro; una vez cocida la memoria; una vez luego el abrazo del todo óseo (valga denotar que no son restos, sino un cosmos en miniatura) agradecerle a las estrellas por el suceso.
Nostalgia de la luz es el docudrama dado a publicidad en el año 2010 por el afamado documentalista chileno Patricio Guzmán; con una duración de hora y media podés visualizarlo en la plataforma Netflix, junto con otras obras de susodicho artista.