por Vanina Suárez
vaninagsuarez@gmail.com
Plataforma: Netflix
Duración: 147 minutos
Ficha técnica:
Dirección y guion: Ari Aster /Producción: Lars Knudsen, Patrik Andersson/ Música: Bobby Krlic/ Fotografía: Pawel Pogorzelski/ Montaje: Lucian Johnston
Productora: A 24/ Parts & labor/ B- Reel Films
Reparto:
Florence Pugh, Jack Reynor, Will Pouter, William Jackson Harper
Midsommar es una película dirigida por el reconocido director de Hereditary Ari Aster, tuvo su estreno en 2019 en salas de cine pero fue recientemente agregada al catálogo de Netflix. Dani, una joven estudiante de psicología, acaba de atravesar una tragedia familiar justo cuando Cristian, su novio, pensaba dejarla. Este se verá en la encrucijada de no poder romper una relación de 4 años con una mujer que amó y que no está pasando el mejor de sus momentos, entonces decide invitarla a un viaje a Suecia, destino que había planificado con sus amigos, todos estudiantes de antropología. En la travesía irán a conocer una comunidad perdida en un paraje de esa ciudad. Lo que parece ser un viaje exótico y quizás de aventuras, se transforma en una experiencia tremenda para todos los que fueron a visitar el lugar.
Desde la propuesta del guion, posee muchas habilidades del folk horror ya que si bien nunca el espectador salta de la butaca (como casi siempre sucede con películas del género de terror), en ese caso el miedo siempre está latente y a la espera de que algo ocurra aunque nunca sabemos bien qué. La festividad a la que asisten los protagonistas tiene relación con un solsticio, es decir que el 90% de la trama sucede con luz de día, colores vivaces y en un lugar (sitio donde vive la comuna) que se asemeja más a una comedia romántica que a una película del género; esto, sumado al enorme trabajo fotográfico, la elección de la paleta de colores, algo de gore, acompañada por el trabajo de arte, denotan en la realización un combo más que interesante. El uso del blanco como pureza en los integrantes de dicha comunidad, mientras celebran un festival conmemorativo utilizando ciertas costumbres diferentes, algo extrañas, y por las cuales los estudiantes de antropología se sienten seducidos hace que lo que parece ser un viaje de aventuras exótico, en busca de drogas y sexo, se transforme en una pesadilla. Esa seducción por las costumbres ancestrales distintas a las propias los sumerge, los capta, más de lo que los alerta. Con todo esto el universo que logra generar Ari Aster es sin duda fascinante, ya que rompe reglas establecidas en el género para apropiarse de otras que le resultan interesantes y que le calzan como anillo al dedo.
Midsommar tiene muchas capas para analizar, es divergente dentro de su propio género y, aunque pueda tener detractores, no se convierte en una película más. El subtexto que plantea pone de manifiesto la peligrosidad de ser todos iguales, con mismos objetivos y pensamientos. Algunos personajes claves que además se pueden trasladar a cualquier ámbito, ya sea como el personaje de reclutador, quien no solo se infiltra para traer a la comunidad posibles adeptos, sino que genera una empatía diferente al resto. Así mismo, en este caso, la mal usada sororidad como elemento teatral para indicar mucho más énfasis del que podría tener con una sola escena, y remarcar lo que el realizador desea contar con más fuerza.
La dosificación paulatina de información está en primer lugar planteada por la tragedia familiar que atraviesa Dani, un chica que ya denotaba desestabilización emocional, sumado a cada una de los elementos que la nueva comunidad plantea; ya que hila de manera muy fina aspectos que, seguramente la sociología o la antropología, podrían desmenuzar con mayor amplitud y profundidad. De igual manera el espectador podrá ir uniendo piezas, no como un rompecabezas que debe descifrar un enigma, sino como partículas de una atmósfera contenedora que pareciese estar a punto de ebullicionar.
Si bien se sabe que tiene referencias y homenajes a El hombre de mimbre (1973) una producción del género sumamente respetada, admirada y considerada un clásico, con esta pieza el director forja su propio camino y el comienzo de un sello particular. La implementación de la luz y colores «cálidos» como mensaje de que el mal no solo acecha en las penumbras ni en la nocturnidad, y que a veces cuánto más se ve menos se comprende. En esta ocasión el legado más importante que deja la película es que «El infierno no viene de la mano del diablo.»