por Tomas Emanuel Brunella
@josehumano8
Ficha técnica:
Dirección: Nagisa Oshima/ Guion: Nagisa Ôshima, Paul Mayersberg. Novela: Sir Laurens Van Der Post/ Música: Ryuichi Sakamoto/ Fotografía: Toichiro Narushima
Reparto: David Bowie, Ryuichi Sakamoto, Takeshi Kitano, Tom Conti, Yuya Uchida, Jack Thompson, Johnny Okura, Chris Broun, Takashi Naitô, Rokko Toura, Alistair Browning, Ryunosuke Kaneda
Coproducción Japón-Reino Unido-Nueva Zelanda/ Distribuidora: Universal Pictures
Hay películas raras, pero no tanto por su planteo, sino por su forma. Un amigo mío del pasado solía decir que construir una armonía era algo difícil de hacer, muy complejo, y yo creo que es cierto. No solo se puede encontrar mucho más que en la música, una película puede contener cualidades sinfónicas en la suma de sus partes generando «un algo». Algo así me ocurre cuando vi por primera vez esta película, este «Feliz Navidad, Mr Lawrence» que esperando algo, su misma narrativa me va llevando a estrechos tan distintos e íntimos, que forman cierta lírica, cierta prosa no pesada, mas bien suave en dolor y poética, como en los remordimientos o el paso del tiempo.
Basada en la novela «La Semilla y el Sembrador», el peculiar e intenso Nagisa Ôshima filma una obra que pasa desde ciertos momentos musicales hasta de tortura explícita a sol candente. Más allá de lo brutal de algunas imágenes y el contexto, Oshima busca un drama bélico más centrado en lo personal, en los raros lazos que se arman entre prisionero y carcelario.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en situaciones límites, el soldado británico Jack Celliers (genial David Bowie) llega a un campo de prisioneros japoneses, donde se encuentra el noble Lawrence, y el que traza una diagonal de cierta forma con ambos mundos que habitan ahí. El comandante del campo cree firmemente en valores como la disciplina, el honor y la gloria. En su opinión, los soldados aliados son cobardes al entregarse en vez de suicidarse. Esa contraposición en la que se encuentran, de opuestos, por cultura y creencias, está tan bien construida, así como el choque entre Yonoi y Lawrence y Celliers que es de una pureza y firmeza extraordinaria.
La película, más allá de su género o de lo que se esperase, no quiere ir hacia lo contado simple, y guarda en una suavidad de sus cuerpos, de su forma, un contenido cargado en simbolismos, arraigados a las emociones de sus protagonistas. Casi filmada en un campo y en interiores, y con unas imágenes bien logradas, guarda momentos tan hermosos, como el de Celliers y Lawrence, prisioneros, en navidad, pensando que van a morir, separados por una pared de madera apestosa. Ahí, solo acompañándose con la voz y abriéndose por los dolores, las culpas que cargan de una vida llena de penas. Hay magia y cierta fuerza en sus giros de tuerca, ya sea desde ese final al inicio, como el último remate que guarda la película. Hay un aire de hombres que dejaron un algo, muy personal en ella; y eso, el director lo sabe captar más allá de donde poner la imagen, sino con lo que genera.