Por Tomas Emanuel Brunella.
@josehumano8
FICHA TÉCNICA
Dirección: Chad Stahelski
Reparto: Keanu Reeves, Rina Sawayama, Bill Skarsgård, Donnie Yen, Laurence Flishburne y elenco.
Quién iba a decir que por allá en el 2014, hace casi diez años atrás, un film de acción inesperado y que mantenía ese halo ochentero clásico en resoluciones, se iba a terminar convirtiendo en una especie de batacazo comercial y de crítica. De esta manera generó una ola de fans por doquier y pudo ser el factor de tener a Keanu Reeves de protagonista, un actor que siempre marcó presencia y que en los últimos años se volvió un factor viral imparable.
Más allá de eso, el primer film que habia sido dirigido por David Leitch, guardaba una metralleta de momentos de alto voltaje, un personaje que es una caja de sorpresa y de gestos mínimos; un asesino que aguanta todo tipo de caída, golpe, choque, y que parece que no lo detienen ni mil tiros dirigidos hacia él. Ese factor tan a lo Chuck Norris pero matriculado bajo una cinematografía cuidada, daba una nueva esperanza a un género un tanto caído.
En esta última entrega, ahora de la mano de Chad Stahelski, pareciera que debieran subir más la apuesta y el desafío era complicado. Teniendo en cuenta esas tres entregas en su espalda, aún así este cierre supera con creces, haciendo de la última una epopeya de su personaje, y acercándose a la épica de casi cuatro horas cargadas de momentos de adrenalina y absurdez que son deleite en la gran pantalla.
El John que inició todo esto siendo viudo, un abandonado del mundo y perdiendo a su perro, construyó un largo camino nihilista y de muerte; pasó de vengar a su cachorro a como luchar contra un mafioso Italiano y ser perseguido por cientos de asesinos; también vivir a contra reloj de su vida, todo ese pasado acá se compacta en un largo film, que hace honor a la saga, con momentos trepidantes y estilizados de acción
El resultado es una película más cuidada visualmente que sus anteriores, donde su fotografía es más prolija aún en las escenas de pelea y con piezas secuenciales magníficas para disfrutar en pantalla grande. Una comparsa de momentos sangrientos donde Wick está al límite con planos secuencias bien coreografiados, tal es así como uno muy vivido desde una toma aérea en una mansión abandonada, plena locura de tiros y cuerpos cayendo como bolsas de sangre.
Se suman al reparto ya clásico, un Bill Skarsgård, que hace de un villano y a la vez conde de un subsociedad de poderosos encargados de buscar y no darle piedad a nuestro protagonista. Bill hace una interpretación de un excéntrico despreciable muy bien medido y que se ajusta a la altura de este universo; además de él, su mano derecha interpretado por Donnie Yen, un afilado asesino ciego, que entrega los momentos más hilarantes y peculiares de la cinta, un personaje que lleva un caminar torpe pero que es tan frío e incómodo como un psicópata al que solo le importa él y lo suyo.
Sobre el final, en su último tramo, en plena Francia, es donde en sus últimos cuarenta minutos la cinta carga todo y a la vez junta a todos sus personajes y sensaciones. Es alli donde el film dispara una secuencia de no acabar llena de intensidad, que se permite reir de ella misma, de su sin sentido y que a la vez reina en su propio universo. Eso funciona bien y le da a su personaje un halo de cansancio y humanidad muy emocional, como si Keanu fuera abriendo a su John cada vez que dispara y dispara en el último tramo, mostrándolo en un final digno para este personaje que ya se guardó un gran espacio en lo que es la historia del cine de acción. No solo es ese género de lo que respecta al cine y toda su comunión de ir a ver y disfrutar un espectáculo así en gran pantalla.