Por Emanuel Brunella
Ficha técnica:
Dirección y guion: Paul Schrader/ Música: Robert Levon Been, Giancarlo Vulcano/ Fotografía: Alexander Dynan/ obert Levon Been, Giancarlo Vulcano
Productores: Focus Feature/ HanWay Fims/ LB Entertainment/ Astrakan Film AB/ Bona Film Group/ Convergent Media/ Enriched Media Group/ One Two Twenty Entertainment
Distribuidora: Focus Feature
Reparto: Oscar Isaac, Tye Sheridan, Tiffany Haddisg, Willem Dafoe, Bobby C King, Alexander Babara, Marcus Wayne, Don Lay, Britton Webb y elenco
«El cuerpo recuerda….» a lo que el otro dice «lo almacena todo» tocándose el pecho; este último es Oscar Isaac y el otro es un Tye Sheridan desalineado, en un momento que el creciendo de su tensión, de su película, reposa en una charla de café en la que ellos son ellos mismos, sin enrosques, nada mas que abiertos con necesidad de ver sus pasados pero de no ser su pasado. Al pasado, a veces, lo abandonamos pero él no a nosotros, y es esa necesidad de ser otros, un cambio de 180 grados, lo que nos desespera.
Paul Schrader es un mito entre guionistas (Taxi Driver y Toro Salvaje; que no es poca cosa) y un director tan extremo de obras maestras como Affliction. Ahora vuelve a jugar con sus silenciosos seres, con sangre negra en sus manos que quieren limpiar en una estética tan pequeña a veces. Sus almas rotas que quieren el anonimato y que, con él, pueden romper ese esquema. Esto se vio, en todo sentido, en toda pasión; ya que Schrader es un gran amante de Robert Bresson y de Pickpocket; amante de la sutileza de esta obra, Schrader nunca negó su devoción de este maestro de la trascendencia francesa, que golpea mas allá de la imagen, en un rango donde el ser humano se encuentra tendido en su alma.
Repite fórmula, y hasta plano final, la última escena de Pickpocket se ve en su obra, principalmente en Light Sleeper (que a mi parecer, le sale todo de diez, lo hace genial, y ese final es de los mejores del cine); acá, el intento está de nuevo con una pesada atmósfera, que no llega a planear demasiado.
Lo que me mueve es ese Oscar Isaac contenido, apunto de estallar; los pocos gestos, y su mirada arman un arco interpretativo inmenso. Está a segundos de arrojar la mesa contra la pared. Su mentón y sus labios punzantes. Es un todoterreno, que fue caído al infierno y no se sabe exactamente si quiere hacer una obra de bien para saldarse con su propia conciencia o algo más, o si simplemente no quiere ser más quien fue, quiere ser otra cosa. El gesto que tiene con el personaje Sheridan es de un vía crucis existencial muy propio, muy interior, de gestos repetidos constantes, para llegar al punto, donde haya una paz, no se si para él, pero sí para otros y con eso descansar. Esa cuestión es admirable, la elegancia de cómo es tratado, cómo este se carga con las balas, con todos los disparos para detener la agonía.
El resto se ha visto, y no es para olvidar, pero sí, en una apreciación personal, se queda justo y no supera esa sensación de vida que me dio Light Sleeper. Otra vez, la comparación, error, capaz, yo también deba cambiar algo de ese hilo mental mío.