Por Javier Carrizo
Ig: nada_pasara_
FICHA TÉCNICA:
Año: 2022/ Duración: 145 min./ País: Argentina /Género: Drama/ Dirección: María Aparicio/ Guion: María Aparicio/ Música: Osvaldo Brizuela/ Fotografía: Santiago Sgarlatta (B&W)
Reparto: Malena León, Eva Bianco, Pablo Limarzi, Leandro García Ponzo, Juana Oviedo.
Compañía: Trivial Media, Las Flores
El segundo largometraje de la cineasta cordobesa María Aparicio (mejor película del Festival Internacional de Cine de Valdivia, y mejor película de la Competencia Argentina de su sucedáneo marplatense), explora una poética en blanco y negro en la que las escenas de lo cotidiano no rellenan espacios vacíos, sino que describen esa naturalizada realidad, con la que se conforman diversas psicologías que se desarrollan en nuestra sociedad.
La repetición de esos lugares diarios, se narran desde la sensibilidad de una mirada que conjuga esos quehaceres desde una lírica que completa ese universo, otorgándole mayor importancia a esas circunstancias privadas, o a esos sucesos que no alteran el confeccionamiento de una cuasi temporalidad auténtica que describe la vida misma.
En el film, cuatro disímiles historias con mucho en común, transcurren sin que ninguna de ellas interfiera en el recorrido de la trama de las otras. Ramiro, alejado de su madre en otra provincia, es cocinero de un bar. Hernán, es un técnico en informática desempleado que acompaña con responsabilidad el crecimiento de su hija Paulina. Nora es una instrumentadora quirúrgica de un hospital público, que se interesa por un taller de teatro para darle un incentivo a su rutinaria vida, y Lucía es la nueva empleada de un comercio de venta de libros, que coquetea con un ex compañero de la escuela, mientras disfruta de la compañía de su mascota.
Los mandatos y los discursos hegemónicos que se imparten en el seno de nuestra comunidad pero en esta ocasión en tiempos de neoliberalismo, son asequibles a través del vestuario (la remera de Chicago Bulls que lleva Ramiro en la escena inicial), y a través del sonido “on the air” (Radio Mitre “desinforma” primero), que transmite el aparato electrónico que acompaña a éste en su despacho gastronómico.
El alienado mozo que maltrata al cocinero a cambio de míseras propinas, para cumplir con el fetiche burgués de quien come en un restaurante, es parte de un guion que responsablemente denuncia esas imposiciones culturales.
Por su parte el diálogo del plano y contraplano (en el trayecto nocturno de Ramiro), que se inscribe sobre una pared, “arroz y mimos”, coteja con el eslogan de la famosa marca que argumenta: “refrescáte y seguí”. Humildad y humanidad, versus consumismo y capital, confrontan en una plática silenciosa.
–Lo más al sur que conocemos es Bahía Blanca, antes íbamos seguido, antes de que se complicaran un poco las cosas-, le reconoce Hernán junto a su hija a Fabián, el vendedor ambulante de linternas.
Como toda película, Sobre las nubes, también encuentra en el abordaje de otras especialidades la explosión de ese todo que alcanza su dialecto. Es por ello que en lo relacionado al montaje, luego de que Lucía y el chico se besan, cambia el tipo de plano durante la escena (de general a medio). En la escena contigua, también cambia el tipo de plano de general a medio (ya con ellos dos en la cama), pero lo que se mantiene es la angulación oblicua de la escena anterior, creando una especie de raccord o continuidad por medio de la arista predilecta para la directora.
A través de esto intento explicar, la prueba de una coherencia visual que se la otorga la misma perspectiva en diferentes escenas consecutivas.
Cabe destacar que en la secuencia elaborada con la música original de O-Bri, en la que los personajes miran el eclipse, es posible trazar semejanzas entre el cielo y la tierra, ya que de todo lo grisáceo que se propone, hay algo que se interpone entre el sol y nuestro planeta, pero que se materializa sobre las nubes.
Y ese presente grisáceo, es el que también se inserta ante los personajes. Al igual que en las obras del maestro malayo Tsai Ming-liang, la lluvia se apodera del contexto en casi todo momento, pero sin poder opacar ni esconder esa determinada y característica realidad.