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La vida a oscuras: no hay que morir sin ante hacer crecer las raíces, en Bafici

Por Juani Villano

@juani_villano_

Título original:  La vida a oscuras/ País: Argentina/ Duración: 73 min.

Dirección: Enrique Bellande/ Guion: Enrique Bellande/ Fotografía: Enrique Bellande, Santiago Melazzini/ Edición: Andrés Tambornino/ Sonido: Pablo Gamberg, Guillermo Picco/ Música: Fernando Kabusacki

Producción: Enrique Bellande, Pablo Chernov/ Producción ejecutiva: Pablo Chernov

Compañía productora: Alina Films, Alambrado Cine

Intérpretes: Fernando Martín Peña

El cine es un mundo mágico. Nos suspendemos por algunas horas en historias únicas en su haber. Sean malas o buenas, siempre salimos cambiados/as de la proyección. En los tiempos que corren el fílmico parece dar sus últimos suspiros antes de morir, pero, en verdad, siempre va a estar ahí, atravesando generaciones y perdurando en el tiempo. La cinta de imágenes congeladas va a seguir avanzando, iluminándonos desde la luz sobre la pantalla y reflejando la vida en nuestros ojos

En el marco del BAFICI 24 cubrimos el estreno de la nueva obra de Enrique Bellande, La vida a oscuras (2023). Documental que se centra en el ícono del cine nacional, Fernando Martín Peña. Restaurador, historiador e inclusive profesor, vinculado a la preservación de películas en su formato original de fílmico. Con más de ocho mil latas resguardadas en su hogar, con un programa en la Televisión Pública (Filmoteca), Peña es un estandarte en el cuidado y colección de filmes. A lo largo del relato lo seguimos en su día a día, mostrándonos de qué manera lleva adelante su preservación y proyección de dichas obras; dejándonos un mensaje claro y evidente, debemos dar un paso adelante a la hora mantener nuestra identidad cultural. En este caso de la mano del séptimo arte. 

En la película se hace una elección de momentos claves a la hora de narrar. La intimidad de Peña en su casa, los ciclos en que proyecta y sus impedimentos a la hora de continuar con su labor. Respecto a lo primero, entramos en su casa y nos maravillamos con la disposición de sus miles y miles de latas acomodadas ordenadamente y nomencladas hasta el mínimo detalle. Él mismo dice que toda esa colección tiene el fin de realizar todo aquello que el Estado no hace, preservar nuestros filmes. Expresa, además, que una vez que parta a la otra vida, dicha herencia irá a parar allí, en busca de una última esperanza. Lo cual nos da pie al otro segmento, las proyecciones. Peña mismo se encarga de cortar los tickets de los espectadores, presentar la obra a través de un copete y por último poner en marcha el proyector; ¡Si hasta él mismo traduce los intertítulos de una película muda y los dice a través de un micrófono! Y por último, las trabas. El único laboratorio de la provincia que ayuda al mantenimiento de las latas cierra sus puertas, y además se termina su programa en la Televisión Pública. Aquí hay un claro recurso narrativo documental, el cual consiste en estructurar de manera brillante la narración, para evocar el mensaje general del relato. Parece que estamos perdiendo la batalla. 

La tristeza y melancolía que emana esta película es desgarradora. Se aplica un tratamiento de personaje trágico sobre Peña. Un hombre que se ve solo en su labor, que lucha contra la marea por mantenerse a flote. Desde su personalidad tranquila y relajada, a su pasión por hablar sobre cine, comprendemos su batalla. Casi que sentimos que estamos ante una ficción pura y dura. Un momento, eso suena interesante. Un restaurador y coleccionista de películas en fílmico intenta salvar los origines e historia del séptimo arte, pero se ve impedido ante la adversidad del sistema y la sociedad. Definitivamente voy a anotarlo en mi libreta de guionista (y lo digo en serio). 

Todo cinéfilo/a joven debería ver este documental. Para maravillarse y la vez concientizarse sobre esta difícil situación. Más aún si tienen de docente a Peña, como es mi caso. Que la generación actual active su lucha y busque revertir la terrible decisión del desinterés cultural. A fin de cuentas, nuestro mundo a veces puede estar sumido en una oscuridad total. La luz es la única salida. Un proyector se enciende y rompe con la negrura del ambiente. Son 24 fotogramas que atraviesan las tinieblas sombrías del olvido, y con solo un segundo alcanza. Preservemos las imágenes fijas que danzan en la pantalla, cuidemos a esas historias que nos iluminan.

Larga vida al celuloide, larga vida al cine.

Publicado en Festivales

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