Por Juani Villano
Cabeza borradora: La ansiedad personificada
Título original: Eraserhead
Año: 1977
Duración: 89 min.
País: Estados Unidos
Ficha técnica:
Dirección y guion: David Lynch/ Música: Peter Ivers/ Fotografía: Frederick Elmes – Herbert Cardwell
Reparto: Jack Nance – Charlotte Stewart – Allen Joseph – Jeannie Bates – Judith Roberts – Darwin Joston – T. Max Graham
Un hombre camina por calles solitarias. Fábricas de hormigón abandonadas alrededor. Avanza, sin rumbo alguno, acompañado por la desesperación. La imagen en blanco y negro no acusa a nadie, solo presenta los hechos. Sonidos extraños y enrarecidos engloban la totalidad del paisaje. Un mundo de pesadilla que solo en escasos momentos se vuelve una ensoñación.
El mundo que David Lynch creó a través de Cabeza borradora marcó un antes y después en el cine independiente norteamericano. Un proyecto personal (y el más espiritual, en sus propias palabras) que llevó cinco años en finalizarse, para luego enfrentarse a la realidad del mercado cinematográfico estadounidense, pero que, al fin y al cabo, desembocó en una de las obras de culto más reconocidas de la Historia.
El relato de dicha película nos sitúa en la vida de Henry, un individuo callado y temeroso. El cual vive en una ciudad sin nombre, alejada del mundo conocido por el resto de las personas. Luego de enterarse que su novia tuvo un bebé, sus miedos e inseguridades cobran un saldo caro en su cotidianeidad. Así, ambos intentan cuidar del “hijo”; el cual es un infante humanoide que llora desconsoladamente y a todas horas. Luego, sin aguantar más la situación, la madre de la criatura abandona a ambos, y deja a Henry en una espiral de demencia y paranoia. Tan solo su imaginación le permite escapar de su tortuosa realidad, hacia un lugar similar al cielo, donde “todo está bien”.
Lynch venía de proyectos muchos más chicos, tanto en duración como en presupuesto, corto y medio metrajes, para ser más claros. Experimentales, pero también con una narrativa interna. Es a través de la buena recepción entre un amplio círculo de artistas, que recibe financiación para llevar adelante lo que sería (en ese momento) su proyecto más ambicioso. Comenzó con un guion de pocas páginas que luego fue creciendo, siguiendo una idea; a la cual le fue fiel hasta el último momento. Si bien, a lo largo del tiempo, el proyecto llegó a estancarse y quedarse sin fondos, la fuerza de voluntad de todo el equipo de rodaje permitió seguir adelante.
La ambientación ideada por este reconocido director es una sin igual. Desde la estética en imagen, la caracterización física y mental de los personajes, el diseño sonoro y la inquietante sensación de estar viendo a la ansiedad personificada. Lynch ha revelado muy poco del surgimiento de la matriz inicial de Cabeza borradora. Pero no sin tener un justificativo claro; donde el espectador es el encargado de dilucidar la historia y todo lo demás, no el mismo Lynch. Una decisión atrevida pero entendible y respetada. A lo largo de toda su carrera haría lo mismo, con todas sus películas, y esto en vez de alejar a los espectadores, provocó un fanatismo y masificación notable. El término lyncheano surgió tanto en el común de los cinéfilos/as como los críticos más reconocidos.
Considerada una obra de culto, clave y cúlmine en la cultura cinematográfica. Este filme supo moverse en las programaciones nocturnas de los cines más recónditos. Ahí obtuvo su audiencia ideal y seguidores. Y, no está de más aclarar, que uno de ellos fue el mismísimo Stanley Kubrick; el cual proyectaba Cabeza borradora a sus amigos cada vez que lo visitaban e inclusive la proclamaba como su película favorita.
Un debut digno de admirar, el cual llevó a evidenciar el calibre de talento que Lynch posee. Atemporal y extraño. De esos visionados en donde es necesario entrar con advertencias de antemano. Se ingresa a un mundo hostil y amenazante. Es como vislumbrar al abismo y que este nos devuelva la mirada. Las estelas del comienzo tienen las respuestas, y el final puede que sea una desdicha eterna. Cabeza borradora no solo es una película de culto, sino la evidencia de que el Cine también puede relatar historias únicas, y que al experimentarlas uno sale cambiado y perturbado, pero no sin antes sentir una ligera satisfacción de que no se volverá a ver algo así, al menos en la vida mortal de cada espectador.