Por Javier Carrizo
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FICHA TÉCNICA:
Título original: Anora/ Año: 2024/ Duración: 138 min./ País: Estados Unidos/ Género: Comedia. Drama/ Dirección y guion: Sean Baker/ Reparto: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yuriy Borisov, Karren Karagulian, Vache Tovmasyan, Ivy Wolk./ Música: Matthew Hearon-Smith/ Fotografía: Drew Daniels/ Compañías: Cre Film, Filmnation Entertainment. Distribuidora: Neon
ESTRENO INTERNACIONAL
La presumible mejor película del pasado año, que retribuye al público con su estreno desde jueves 13 del corriente en cines de todo el país, tiene argumentos de sobra para fundamentar el adjetivo comparativo, aunque Thierry Frémaux haya confesado que para el jurado del último Festival de Cannes, fue muy difícil la elección del premio principal.
Y es comprensible. Principalmente porque entre sus competidoras se encontraba The Seed of the Sacred Fig (2024), el thriller político por el cual Mohammad Rasoulof, su director, tuvo que escaparse por las montañas para evitar una condena de ocho años de prisión; entre otras como La Sustancia de Coralie Fargeat, y Parthenope de Paolo Sorrentino, por ejemplo.
Pero Anora se emparenta más a una tragicomedia que a una comedia romántica, en la que la referencia multiculturalista toma posición ante lo reticente a la hibridación genérica. Hace años que Sean Baker deseaba realizar una película sobre la comunidad rusoparlante de Brighton Beach, en Nueva York, y su nueva producción promueve en el viraje conductual de la historia, los hechos en los que se involucran diversos personajes que son parte de dicha comunidad.
La ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes es una historia oportuna, que aparenta llegar en el momento exacto, para comprenderse como la nueva obra maestra independiente contemporánea, por su explosivo, frenético, y disipado ritmo audiovisual, que en su narrativa connota una conciencia sobre temas de clase, identidad, y multicuralismo.
Pero eso no es todo, porque Anora presenta a Ani (Mikey Madison), una trabajadora sexual que se ve atraída por Iván (Mark Eydelshteyn), el hijo de un verdadero oligarca ruso, que con la excusa de estudiar en Estados Unidos, aprovecha su situación para tener una vida de lujos y excesos. Los acontecimientos que surgen a partir de la concepción del matrimonio por parte de ambos, desata un caos de tensiones internacionales, el espacio embrión para el cual se gesta la producción de Baker. La excepcional interpretación de Madison alcanza los distintos escenarios que transcurren en el film, en la representación de un sueño que se esfuma en el boceto imaginado por el autor. La cercanía del director con la comunidad rusoparlante, sumado a su confeso interés por contar una historia que integre a esa comunidad, anula la posibilidad de un mejor destino, para las emocionalidades de la protagonista.
Anora son todos los componentes del lenguaje del cine de la cinefilia, que se conglomeran en la exaltación de los argumentos narrativos, por medio de una puesta monumental, que se aferra a la construcción de su dudoso verosímil, en una exhibición de una experiencia audiovisual similar a la de la adrenalina generada por una vuelta en una montaña rusa.
El mejor alumno de la cinefilia demuestra que lo que fue una difícil decisión para el jurado de Cannes, recae sobre la elección de una comedia romántica con fuertes altibajos que se distancia de los géneros premiados en la categoría. Sin rodeos, Sean Baker ejecuta una creación que es merecedora de ser condecorada con todos los premios.