Por Gerónimo Rivera Cano
¿Distópico? ¿Weird? ¿Ficción? ¿Cine extraño? Quizá sea el mote que algunos quieran ponerle a este film para seguir con su ceguera selectiva. ¡Ojalá fuese eso y ya!
La historia se desarrolla en contexto suburbial; utiliza al cuerpo de la ciudad. Los detalles son capturados por las cámaras, la construcción fue hecha anteriormente. Abundan planos que acompañan a Reina por sus caminatas debajo de farolas.
El murmullo citadino se transforma en banda sonora capaz de meternos dentro de donde -nos- sabemos estar en la diaria.
Lugar que de tanto ser visto, de tanto vivirlo es necesario que nos es mostrado a su morfología desde otra perspectiva.
¿El murmullo de la ciudad valdrá más que cualquier quejido? Es la victoria de este último (del quejido) el hecho de que mataderos (cárceles, hospitales, psiquiátricos etc) se hallen edificados fuera del radio céntrico. Pero aquí, en esta representación, estas estructuras se encuentran escondidas dentro de ese radio. Pero no sin estar y funcionar Tras cortina de metal.
Una mochila que pesa un huevo (a mas peso mmás lata) y entrega pedidos con paquetes bien encintados y embolsados. La condena al trabajo marginal. Del otro lado (demandante) un individualismo in crescendo. No sé lo que quiero -me dictan lo que quiero- pero lo quiero ya. Lo querido, está pedido dentro de las costuras reforzadas que mantienen y sostienen al capital, cargado en la espalda cansada de la interprete Sofia Gala Castiglione.
Salvajismo.
Violencia en las pupilas y un sabor a sangre fresca en la boca es la imagen de una pelea dentro de una jaula. Dos que se rozan álgidamente. Fibras y proteinas para las máquinas bélicas por excelencia: los cuerpos que dictan las normas de qué es cuerpo y qué no. (Qué, no cuál).
Civilización o barbarie se reduce a afirmar: lo salvaje somos.
Jaulas. Asedio. Cultura de la violación. Aceptación en masa del asesinato. Domesticación de lo extraño. Chaleco de fuerza para aquello que no podemos controlar. Difamación a fin de silenciar lenguajes que hablando igual nos dicen otra cosa. El plato es una jaula de porcelana. Acostumbramiento dental a masticar un corazón aún latiendo. Llenar bocas para calmar apetitos.
La amistad. Ternura perruna. Su pelo sedoso. Su carne tierna. La inventiva no tiene fin. Tantas normas como tantas trampas a ellas. Más filo para degollar más fácil. Más rápido. Ya. Perros los otros, nosotros lobos. Los colmillos son caricias al lado del plomo.
La abstención es política. El quiebre es el no. La potencia del no. Y si de política hablamos el rol de la imagen aquí es elemental. Asistimos en primera persona a mares de sangre. Los mataderos. Estamos detrás de los muros que esconden la verdadera verdad de la milanesa. Digamosló como es: “Milanesa” es decir “cacho de cuerpo rebosado en pan rallado que llevas a tu boca y llamas comida”.
Siente el paladar la ternura de una carne. De una piel serruchada. De un hueso calado. ¿Qué sabor tienen la tripas amalgamadas en perejil? Tierna carne perruna. Tierna carne de cerdo. Tierna carne vacuna.
Hospital matadero desecho. Blanco pureza. La sangre -como los pecados- se lavan. Corren en el agua y chau. Mañana serán otros con quienes nos ensuciemos. Pulcros y santos de nuevo.
Pero es menester embarrarse. Lo pulcro es engaño. Lo pulcro es el verso que nos convence para mañana hacer lo mismo. Lo mismo: aquello que nos trajo al colapso. Al ensimismamiento. Al yoismo egocéntrico. Un discurso pulcro es normado. No es incomodar por decir disparate sino que es incomodar por el peso del decir.
Dónde hacer enfoque es político. Lo pulcro excede cuando se busca abstenerse un cachito del entretener. Negarse a ser payaso de un circo ajeno. Focalizar una llaga es artístico.
Puede que digan de este filme que es ficción. Pero no, muestra ese concreto certero desde un ser Tarantino anti especista en el imaginario de Moroco Colman.
La piel de una verdad. La transmite.
