Por Gerónimo Rivera Cano
Ficha técnica:
Dirección de fotografía: Fernando Lockett/ Arte y Vestuario: Florencia Gabelli/ Maquillaje: Mariela García/ Montaje: Santiago Esteves/ Sonido: Andres Polonsky, Marcos canosa, Hernan Severino/ Productores: Esteban Lamothe, Katia Szejchtman, Ignacio Sarchi, Juan Barberini/ Colorista: Nicolas Ghio/ Foquista: Sebastian Arzeno/ Guion y dirección:: Esteban Lamothe.
Si (a grandes rasgos) con solo dos palabras tendría que definirse la primera impresión transmitida por La Zona Caliente serían las mas acertadas Color y Nitidez. Sin embargo pasa que se reducirían los matices que contornean la obra en cuestión, motivo por cual no se apreciaría como es digna de ser.
Luces de colores penetran desde el vamos, luego lo nítido de los colores vivos -como el verde de una arboleda- domina la mayoría (por no decir todas) las secuencias. Un montaje que vira desde el producto del artificio hacia la luz natural que en planos amplios establece el contexto de la trama.
El sonido acompaña a estos y sigue su suerte: de lo artificial que roza al cuasi bullicio, hacia el que nace del entorno, limpio y claro.
Sin lugar a dudas, en esta pieza, el contexto significa un todo.
No es punto menor prestar atención a la vestimenta. Pues el trabajo de Florencia Gabelli traza rasgos bien definidos en el conjunto formado entre Esteban y Toto (Quienes son personajes principales): el primero, famoso; el segundo, su amigo.
Una campera de cuero llamativa -que es elemento clave- para Esteban Lamothe versus (Se puede entender “en compasé con”) una camisa floreada bordó debajo de una campera de Jean, recreando, creando un look casual en Toto Herrera. Otra vez el rol importante de los colores y los matices.
El suspenso nace y se sostiene. Se mantiene hasta que llega a su nirvana con la interpretación encarnada en Maitina De Marco que, conjuntamente a los ya nombrados intérpretes, despliegan toda su calidad actoral (intensa, tensa e inquietante) en escenas que son dignas de ser vistas a ojo clínico para hilvanar así argumentos propios de cada espectador.
Bosque, perderse en compañía, presencias Dríades, que imitan quizá al ku-shen, un combo que configura a la explosión del suspenso y transforma a la imagen en fría y compacta con planos cortos en los diálogos y generales en ocasiones particulares.
Nada puede hacerse más que ser cómplice y dejar que el asombro haga lo suyo.
Este corto tan particular, cuyo guión y dirección estuvo a cargo de Esteban Lamothe -mostrando buenos dotes en dichas tareas- y fue dado al público en el año 2020, nos induce a dejarnos sorprender, interpela al sentido poniéndole en frente a lo indómito.
Aquello como cierto erotismo. Como espontaneidad que desborda con su mera aparición, y nos hace (luego de esta) imposible intentar rescatar a nuestras estructuras preexistentes, pues ese intento nos sería lascivo.
Más que una inducción, es un exhorto…
¿Quién nos hizo convencer de que ir por camino asfaltado es seguro y rápido? ¿Cómo sabemos que no lo es también el arrojo de ir a campo traviesa buscando lo mismo?
Dejarse sorprender es eso, un poco (por un rato) es dejarse así.