Por Juani Villano
Año: 2022
Duración: 95 min.
País: Chile
Ficha técnica:
Dirección: Manuela Martelli/ Guion: Manuela Martelli, Alejandra Moffat/ Música: Mariá Portugal/ Fotografía: Soledad Rodríguez
Reparto: Aline Küppenheim, Nicolás Sepúlveda, Hugo Medina, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Carmen Gloria Martínez, Marcial Tagle, Amalia Kassai, Gabriel Urzúa, Mauricio Pesutic.
El peligro de ser atrapado, ante las ganas de querer ayudar. Ocultos en la sombra de una sangrienta dictadura. La empatía es una virtud que escasea. La maldad es una obsesión que perdura. Tiempos violentos, para gente valiente, eso es lo que se aprende al mirar al pasado, siempre buscando mejorar el presente.
1976 (2022) es la ópera prima de la realizadora chilena Manuela Martelli. Además, coescrita con la guionista Alejandra Moffat. La historia nos ubica en la última Dictadura militar de Chile, y se centra en Carmen (Aline Küppenheim), una mujer con experiencia en la medicina (con pasado en la Cruz Roja) que recibe pedido, por parte de un sacerdote (Hugo Medina) amigo de la familia, de ayudar a un joven (Nicolás Sepúlveda) malherido, del cual luego se entera que está vinculado con el movimiento de lucha y resistencia en contra del Gobierno militar de aquel momento. A través de secretos, sospechas y paranoia, la mujer se verá envuelta en una trama de misterio y persecución.
La sutileza no es fácil de tratar. Uno puede caer en la monotonía y falta de interés. Es un arma de doble filo. Pero este es uno de los hermosos casos en el que el despliegue narrativo y técnico gritan de emoción ante la excelencia de su desarrollo. Decidir ocultar a través del encuadre y las palabras que expresan los personajes es una elección muy acertada. Creemos saber qué quieren, pero luego un gesto, sonrisa o lágrima, nos revela que lo que nos hace humanos a veces no es preciso; y eso es lo bello de vivir.
Nos encontramos con una interpretación increíble por parte de Aline Küppenheim. Caracterizando a una mujer dolida que pende de un hilo fino entre el bien y el mal. Cada palabra y gesto elucubran esta construcción de personaje que late a corazón abierto. Lo que sale de su boca es tan importante como lo que decide callar. También se da lugar al nerviosismo y las miradas perseguidas de que alguien sigue sus pasos. Con solo un revoloteo de ojos comprendemos el meollo del asunto.
Por último, un recurso importantísimo que completa a la obra, es la dirección de arte y puesta en escena. Con una decisión de colores muy almodovariana, el rojo y el azul disponen un juego de vida y muerte entre sí. Quizás el rojo representa a todos/as aquellos/as que perdimos, y el azul la bondad y la esperanza de salvación. Desde la primera escena comprendemos dicha batalla. Uno invade al otro y viceversa. Carmen viste con colores fríos, mientras que los individuos que forman parte de todo lo malo, pueblan con el color del infierno.
La memoria debe mantenerse en el presente y el futuro. Esta película grita a través de susurros aquellas horribles muertes e injusticias que se vivieron en la década de los ´70. A veces los monstruos viven en nuestro interior, e intentamos equilibrar la balanza. Por ello, es necesario que se sigan narrando historias de este tipo. Recuerdos de un horror que no debe volver a suceder, recuerdos que perduran, recuerdos que no mueren.
